La historia no tiene por qué interesarte: pero sí, si alguna vez has estado en la ciudad. Podrías haber llegado en tren, en metro, en autobús o en taxi. Habrías buscado otras luces, aquéllas de las que te habían hablado las películas de años que ya no recuerdas. Pero estoy aquí, y te gustará reencontrarte con rostros que ya se olvidaron. Dice la chanson que "les feuilles mortes se ramassent à la pelle" y la cantaba una tal señora siempre de negro, solemne y profunda como un cuervo en los antros que se convirtieron más tarde en míticos cafés: se llamaba Juliette. Juliette Gréco. Y su rostro era tan denso como el de una máscara griega, y los niños y niñas del París de la
Banlieue, ni siquiera saben ya quién es la misteriosa dama cuya voz honda escuchó un día la ciudad embelesada. El pasado, si no lo masticas, se muere, y París agoniza, como las canciones de la Gréco, que un día os haré escuchar, si os pasáis par
içi: la sortie. Bonjour, tristesse, en el caso de que fueras el o la primera en
me rendre visite... À bientôt.
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